Los leones comen carne, así que nosotras también deberíamos hacerlo.

Elegir un animal al azar y compararnos con él no es ciencia. Podríamos argumentar que los elefantes son herbívoros, por lo que nosotros también deberíamos serlo. 

Los leones evolucionaron para comer carne: tienen garras, dientes, sed de sangre, velocidad y un sistema digestivo que les permite atrapar y matar a sus presas, y prosperar con la carne cruda. No empujan un carro por el supermercado y recogen trozos de animales descuartizados, aromatizados y envueltos en plástico para llevarlos a casa y ponerlos en la parrilla.

¿Cuántas personas sentimos el deseo o la motivación de hacerle daño a un animal con nuestras propias manos? Y si miramos esas manos, está claro que ni nuestras «garras» ni nuestros «colmillos» están a la altura. Nuestras manos son perfectas para recoger frutos de los árboles, pero no son tan buenas para cortar la carne. Nuestros dientes son perfectos para triturar la materia fibrosa, pero no son lo suficientemente afilados como para arrancar el músculo del hueso. Incluso si pudiéramos reunir la sed de sangre y tuviéramos el equipo biológico adecuado, ¿cómo atraparíamos a nuestra presa? No muchas personas serían lo suficientemente rápidas para seguir el ritmo de una gacela o lo suficientemente fuertes para derribarla. No, definitivamente no somos leones.

En cuanto a nuestros intestinos, si pudiéramos estirarlos, veríamos que los nuestros son largos como los de un conejo, lo que nos permite digerir toda la rica materia vegetal fibrosa que comemos. Los intestinos de los leones son cortos porque deben digerir la carne rápidamente antes de que se pudra en su tracto digestivo y los mate. ¿Te has preguntado alguna vez por qué son los productos animales los que se asocian tan a menudo con intoxicaciones alimentarias mortales en las personas?

Por supuesto, los leones y los tigres comen carne: ¡son carnívoros! En el mejor de los casos, podemos tolerar un poco de carne en nuestra alimentación, pero nuestro cuerpo nos  agradece cuando comemos alimentos de origen vegetal, y nos recompensa con un menor riesgo de enfermedades cardíacas, diabetes tipo 2, Alzheimer y algunos tipos de cáncer

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