“Es el círculo de la vida, hermano”

La justificación del «círculo de la vida» se basa en la creencia de que, de alguna manera, seguimos siendo parte de la naturaleza, y que debemos matar y comer a otros animales para sobrevivir, arriesgándose a que nos hagan lo mismo. Este es un mundo distinto al de nuestra realidad, donde compramos nuestra comida envuelta en plástico en supermercados y es poco probable que nos encontremos con un tigre de dientes de sable en el pasillo de productos frescos.

Para los animales en la naturaleza hay pocas opciones. Comen lo que necesitan para sobrevivir y, para algunos, son otros animales. Pero muchas personas no formamos parte de esto. No necesitamos comer carne para sobrevivir y, de hecho, estamos más sanos sin ella. Además, la mayoría de las personas no estamos dispuestos a matar animales, sino a pagar a alguien que nunca conoceremos para que lo haga. Y aunque lo estuviéramos, no tenemos ni la velocidad ni las afiladas garras y dientes necesarios para hacerlo. Así que no, no formamos realmente parte de este círculo de la vida; el modo en que obtenemos la carne, la leche y los huevos es totalmente diferente.

Encerramos a los seres sensibles en jaulas, cajones y graneros inmundos. Las hembras son inseminadas artificialmente, sufren muchas mutilaciones y son criadas selectivamente para tener camadas grandes. Se las diseña para que engorden rápidamente, a menos que sean gallinas ponedoras, en cuyo caso se las cría para que no engorden, ya que eso sería un desperdicio de comida. Se las alimenta con piensos artificiales, a menudo transportados desde el otro lado del mundo, se manipulan sus ciclos de reproducción con hormonas y se gestiona la duración de su día mediante iluminación artificial. Algunas son incluso inseminadas mediante cirugía. No es posible imaginar nada menos natural que la industria de la cría de animales.

Esas pobres criaturas no forman parte del «círculo de la vida», y las personas tampoco. Para nosotras, al menos, esto es liberador. Podemos elegir lo que comemos y cómo tratamos a los demás. Podemos elegir alimentos compasivos que sean buenos para nuestra salud, que reduzcan la deforestación, la pérdida de especies, el deterioro del clima y la contaminación, y que también sean mejores para otras personas. Y lo que es más importante, podemos utilizar nuestra propia libertad para liberar a otros del sufrimiento. Puede que no formemos parte del círculo de la vida, pero todas las especies de este planeta estamos conectadas y nuestras decisiones son importantes.

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