Dios puso aquí a los animales para las personas

A las personas humanas se les dio el dominio, no la dominación, y cada vez más esta enseñanza se interpreta como que las personas se encargan de la administración humana, en lugar de formar parte de un sistema de explotación despiadada. No hay ningún mandamiento de comer animales, y estamos seguras de que las granjas industriales y los mataderos no tenían cabida en los planes de Dios cuando nos dio la administración de la Tierra. Aquí, Alicia Griggs quien es cristiana y vegana expone lo que dice la Biblia sobre el consumo de animales.

¿Alguna vez te has planteado teológicamente si la vaca de tu hamburguesa o la pata de cordero de tu cena dominical estaban predestinadas a tu plato? Es fácil no querer pensar en lo que, o incluso en quién, está en tu plato, y asumir por defecto que los animales nos fueron «dados» para comer. Sin embargo, ¿representa la cultura cristiana dominante la verdad bíblica? ¿Puede juzgarse realmente la vida de los animales en términos de utilidad humana?

Cuando leo la Biblia, lo que me llama la atención es que el valor de los animales se encuentra en el hecho de que Dios los ha creado con amor: los animales fueron creados por un Dios bueno y amoroso, y por lo tanto son buenos, amados y valiosos como parte de la obra de Dios. A lo largo de las Escrituras, podemos ver ejemplos de cómo Dios ama y cuida a sus animales (Salmos 104; Jonás 4:11; Job 39), de cómo los provee (Salmos 104; Mateo 6:26; Job 38:39-41), y de cómo incluso estamos llamados a mirar a los animales en busca de orientación (Proverbios 30:18; 30:24-31). Incluso vemos ejemplos en las Escrituras en los que los animales adoran y veneran a Dios (Números 22:21-34; Salmo 147:7-10).

Esto contrasta con la forma en que muchos de nosotros medimos el valor de los animales en términos de lo que pueden proporcionarnos. Dios no hizo una creación barata, en la que todo era prescindible, salvo la existencia humana, por lo que debemos recordar que el valor que un animal pueda tener para nosotros es una cuestión completamente distinta al valor que los animales tienen para Dios.

Dado que los animales son buenos y amados por nuestro Dios omnibenevolente, no es de extrañar que comer sin dañar a los animales sea una característica fundamental de las intenciones originales de Dios para la humanidad. En el Génesis, el paraíso del Edén nos muestra que Dios pretendía que el mundo estuviera libre de toda forma de violencia, derramamiento de sangre y pecado de cualquier tipo; era un reino pacífico, y «era bueno» (Gn. 1:18). A la humanidad, hecha a imagen divina, se le prescribe una dieta pacífica, basada en plantas: «Os doy toda planta que dé semilla sobre la faz de toda la tierra y todo árbol que tenga fruto con semilla. Os servirán de alimento» (Gn. 1:29).

Sin embargo, sabemos que este no es el final de la historia y que, trágicamente, el pecado humano destruyó la armonía dentro de la creación. En Génesis 9, contemplamos un período caído en el que vemos que la maldad y la violencia han destruido las más altas esperanzas de Dios para la creación. Por lo tanto, se consintió el pecado humano y se concedió permiso para matar en tiempos de necesidad. La Escritura es clara en cuanto a que mientras la humanidad tiene permiso temporal para matar para alimentarse, debemos recordar que estos animales son criaturas amadas por Dios, y que seremos responsables ante Él por cada vida que destruyamos. Por lo tanto, comer animales para sobrevivir en un mundo caído no es pecado, pero no deja de ser un recordatorio del pecado de la humanidad.

Como personas que deberían esforzarse por alcanzar el ideal de Dios de un reino pacífico, y emular la compasión, la misericordia y la bondad que Jesús extendió a toda la creación, necesitamos hacernos responsables de cada una de nuestras acciones, y preguntarnos si estas acciones son lo que Dios quiere, y si estas acciones promoverán Su reino. Todo lo que hacemos, todo lo que comemos, todo lo que compramos, tiene un impacto en alguien o en algo más. Tenemos que decidir si el impacto que queremos causar es negativo o positivo, y si esta decisión refleja las enseñanzas de Jesús.

Entonces, si aceptamos que podemos elegir comer animales, ¿significa esto que los animales nos fueron dados para comer? No, no están aquí con el propósito de ser nuestra comida, y queda muy claro a lo largo de las Escrituras que Dios muestra su desagrado por la matanza de animales (Isaías 1:11-17; 11:6-9; 66:3; Daniel 1:8-17; Salmos 50:8-13). Para la mayoría de personas, matar a las amadas criaturas de Dios y consumir sus cuerpos no es una necesidad, sino una indulgencia gastronómica egoísta, que causa un sufrimiento horrible y la devastación del medio ambiente. La buena noticia es que podemos elegir un estilo de vida que refleje el amor, la compasión y la misericordia que pide Jesús, en lugar de elegir un estilo de vida que apoya la violencia y el derramamiento de sangre, y nos aleja del ideal pacífico de Dios (Génesis 1:29-30; Isaías 11:6-9). El hecho de que podamos comer animales, ¿significa que esto es lo que Dios quiere? 


Alicia Griggs es una vegana cristiana que se esfuerza por utilizar su amor por la escritura para difundir la compasión. Está especializada en temas relacionados con los derechos de los animales, el veganismo y el cristianismo, y ha escrito para varias publicaciones veganas sobre temas como «El cristianismo y los derechos de los animales» y «La auténtica compasión». Es licenciada en Literatura Inglesa por la Universidad Canterbury Christ Church del Reino Unido.

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