Capítulo 6: La comida como medicina

Como mencionamos anteriormente, el camino para obtener una salud óptima está repleto con alimentos vegetales integrales.

Estos alimentos actúan como medicina para nuestro cuerpo, creando un entorno interno en donde la salud está garantizada y las enfermedades no.

Los humanos ya han reconocido durante siglos que hay una relación entre la alimentación y la salud. Hemos fallado en ver que la salud está determinada mayormente por nuestra alimentación, además de por nuestros genes, y que nuestra adicción a los alimentos salados, grasos y azucarados parece ser mayor a nuestra necesidad de nutrirnos de verdad con alimentos de calidad. ¿Esto se debe a que se pueden obtener grandes ganancias vendiéndonos alimentos poco saludables, e incluso más cuando necesitamos pastillas para hacer frente a las dolencias causadas por estos alimentos?

No tenemos que enfermarnos solo para que otros puedan ganar dinero a costa nuestro. Podemos salir de este sistema eligiendo alimentos diferentes y más saludables. Y, si bien reconocemos que no todas las personas tienen el tiempo o la capacidad para cocinar, o el acceso a alimentos frescos, casi todas las personas podemos hacer algunos cambios y muchas de nosotras podemos tomar decisiones radicalmente diferentes. Si hacemos esto, el impacto en nuestras vidas podría ser enorme.

“Lo que comes a diario determina tu salud más que tu ADN o los químicos que contaminan el medio ambiente.”

T. Colin Campbell

Refuerzo del sistema inmune

Para la mayoría, la salud es solo ausencia de enfermedad, pero debería ser vista como más que solo eso. La salud es un estado activo en nuestro cuerpo protegido por nuestros propios sistemas de defensa; defensas tan poderosas que realmente pueden contrarrestar enfermedades como infartos cardíacos, diabetes tipo 2, e incluso cáncer. Es como el clima en el que una flor crecerá; un ecosistema interno que sostiene a la vida e impide que colapse.

Nuestros sistemas de defensa están íntimamente conectados a la forma en que comemos, y mientras que los alimentos correctos nos fortalecen, comer los alimentos equivocados los destruye completamente, haciéndolos susceptibles a enfermedades crónicas.

Como era de esperarse, los productos de origen animal y los alimentos procesados altos en grasas, azúcares y sodio son los alimentos más perjudiciales para nuestros sistemas. Por otro lado, una alimentación a base de vegetales integrales beneficia nuestras defensas porque contiene vitaminas, minerales y antioxidantes que poseen cualidades antivirales y pueden estimular las actividades de nuestras células inmunológicas.

Trata de pensar en tu cuerpo como en un castillo y en tus sistemas de defensa como un foso protector. Ahora, intenta pensar en los productos de origen animal y alimentos procesados como agresores que tratan de drenar esa fosa; tendrás un buen ejemplo sobre cómo esos alimentos afectan nuestra salud. Entonces tienes a los vegetales integrales: son los soldados que cavan la fosa más amplia y profunda, haciendo la invasión algo difícil para el enemigo.

ADN y expresión genética

Contrario a la creencia popular, tener una predisposición genética a una cierta enfermedad no significa que esté fuera de tus manos. ¡Al contrario! En muchos casos, las enfermedades circulan en las familias por los hábitos alimenticios, y la manera en la que nuestros genes se expresan es mediante la manera que vivimos nuestras vidas.

El bioquímico pionero T. Colin Campbell encontró a través de medio siglo de análisis científico que la proteína animal es causante de cáncer al promover genes que se encienden, mientras que una alimentación integral a base de plantas previene el desarrollo de las enfermedades, apagando la expresión de esos genes.

Un estudio del 2018 de “Cambios de Expresión Genética en Humanos” también encontró que los poderosos bioactivos en los vegetales alteran la expresión de una manera positiva, reduciendo el número de varios tipos de enfermedades crónicas e inflamatorias, incluidos el cáncer, la obesidad y enfermedades cardiacas y neurodegenerativas.

Mientras que nuestro ADN y nuestros genes no son lo mismo y no pueden cambiarse solos, nuestros genes incorporan un sistema defensivo del ADN que nos ayuda a mantenernos sanos a través de una respuesta llamada “cambio epigenético”. Esto permite al ADN reaccionar a las exposiciones en nuestro estilo de vida, como nuestra dieta, al activar genes buenos y bloquear genes malos. Cómo tratamos a nuestro ADN es crucial para nuestra salud, y el ambiente que creamos en nuestro organismo con la dieta es clave para nutrir o desnutrir nuestros sistemas de defensa.

La creación de ambientes hostiles (a través de una mala alimentación, estrés, poco sueño, y demás) han sido vinculados a cambios genéticos vistos en pacientes con cáncer, depresión, Alzheimer, diabetes, síndrome del intestino irritable y otras enfermedades graves. Entonces, naturalmente queremos reducir nuestra exposición a factores que tengan un efecto detrimental sobre nuestra epigenética y abrazar una dieta que pueda activar positivamente el cambio epigenético de nuestro cuerpo. Los estudios demuestran que un cambio epigenético positivo por llevar una alimentación integral a base de plantas puede ser muy profundo.

Los telómeros, que protegen nuestro ADN y que se ha descubierto disminuyen a medida que crecemos, también son afectados por lo que comemos, así como también otras elecciones personales. Fumar, llevar una alimentación occidental estándar, y beber gaseosas son tres actividades que aceleran la disminución de telómeros y, subsecuentemente, la vejez del cuerpo. Contrariamente, un número de alimentos vegetales ayudan a alargar los telómeros y alentar el proceso de envejecimiento: alimentos como los hongos, la avena, la espinaca, la avena y las bayas.

Comer para vivir

Podríamos pasarnos todo el día hablando de las maravillosas funciones de nuestro sistemas de defensa y del increíble poder de las plantas para reforzar esos sistemas. Los estudios que vinculan la AIBP con la función inmune óptima, reducción de enfermedades crónicas, y mejor salud en general son tan numerosos como aquellos que vinculan la dieta occidental estándar con debilitamiento del sistema inmune y una salud pobre. No obstante, nuestra lista de recursos al final de esta guía te permitirá adentrarte en esos estudios incluso más lejos de lo que desearías.

Para este capítulo, simplemente terminaremos diciendo que, independientemente de lo susceptibles o invencibles que podamos sentirnos ante la enfermedad, una vida de malos hábitos puede llevarnos a una enfermedad crónica, incluso cuando no tengamos una predisposición genética a la enfermedad. La naturaleza insidiosa de estas enfermedades de desarrollo lento significa que a menudo comienzan en nuestra juventud, pero tienden a surgir sólo cuando nos acercamos a la mediana edad. Por eso, por muy jóvenes que seamos o por muy protegidos que nos sintamos por nuestros “buenos genes”, nunca es demasiado pronto para abandonar los malos hábitos alimenticios y empezar a comer para vivir.

“Nuestros genes son una predisposición, pero nuestros genes no son nuestro destino. Si lo fueran, entonces serías una víctima, pero no lo eres, eres una de las personas más poderosas del planeta “.

Dean Ornish, M.D.

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