Documental Seaspiracy: sobre qué habla y verificación de datos

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Tiempo estimado de lectura: 8 minutos y medio

El documental Seaspiracy ha causado bastante revuelo. En 90 poderosos minutos la película deja al descubierto el extenso daño causado por la industria de la pesca global a los animales individualmente, a especies enteras, ecosistemas, el medioambiente, el clima y la población en general. No hay duda de que es un film profundamente incómodo de ver, pero también nos recuerda la belleza de los océanos, su importancia ecológica y la multitud de razones por las que merece la pena luchar por él. Al mismo tiempo, la película desmiente el bluewashing, esos dudosos eslóganes pensados por la industria para que sigamos comprando sus productos, y llega a una ineludible conclusión: para salvar los océanos debemos dejar de comer pescado.

¿Sobre qué habla el documental de Netflix Seapiracy?

Seaspiracy es un intenso documental que sigue a Ali Tabrizi, un cineasta con pasión por los océanos. Como muchos de nosotros, sabía que la pesca de ballenas y las pajitas de plástico eran grandes amenazas para los mares, pero eso era solo el punto de partida. Su investigación le llevó a entender por qué se mata, en realidad, a ballenas y delfines, cuántos animales son sacrificados por la captura incidental, cómo no se garantiza una pesca del atún que no dañe a los delfines, por qué la etiqueta «sostenible» es engañosa, que la mayoría del plástico de los océanos proviene de la industria pesquera, que la piscicultura tiene un serio impacto medioambiental, que sectores importantes en la flota pesquera global se apoyan en el trabajo esclavista y que se asesina gente para proteger esta industria. Para cualquiera al que le preocupen los océanos, las ballenas, los delfines y otras criaturas acuáticas, la catástrofe climática, el sufrimiento animal y/o los derechos humanos, este es un film obligatorio.

Verificación de Seaspiracy

En solo 90 minutos, esta película cubre muchos temas. Algunas de las revelaciones son tan impactantes que pueden poner a prueba tus creencias. Aquí repasamos algunos de los asuntos tratados para ver si las cosas están realmente tan mal como parecen.

Los equipos de pesca de plástico desechados forman la mayor parte de los restos que hay en el océano

La preocupación de Tabrizi por la contaminación del océano por el plástico lo llevó a dejar de utilizar los cubiertos y las pajitas desechables y a tomar parte en la limpieza de playas, donde recogería bolsas y bolsas de desechos de plástico. Fue impactante para él descubrir que la mayoría del plástico de la Isla de Basura del Pacífico no tenía nada que ver con pajitas o bastoncillos de algodón sino con lo que proviene de la industria pesquera. Su preocupación es acertada. En 2018, una investigación publicada en Nature documentó 79.000 toneladas de plástico en la «isla», un área de 1,6 millones de km2, de los que al menos el 46 % son redes de pesca. Con ellas había contenedores, trampas para anguilas, espaciadores para ostras, cuerdas y otra parafernalia de la industria pesquera.

La sobrepesca es más dañina que la deforestación

En la película, la renombrada y valorada bióloga marina Sylvia Earle contó a Tabrizi que los océanos eran el mayor sumidero de carbono y que debíamos mantener su integridad por el bien del clima. Esta declaración también cuadra.

Los microorganismos del mar absorben cuatro veces más dióxido de carbono que el Amazonas, afirmando un informe de 2019 del Fondo Monetario Internacional: «Calculamos que es equivalente a la cantidad de dióxido de carbono (CO2) capturado por 1,70 billones de árboles, aprox. cuatro bosques como el Amazonas».

Como era de esperar, la perturbación del ecosistema oceánico da como resultado la liberación del carbono. Un estudio de 2021 descubrió que los barcos de arrastre que barren el fondo oceánico liberan tanto dióxido de carbono como toda la industria aérea (mil millones de toneladas cada año).

El estudio del FMI también señala que proteger a las ballenas y otros grandes cetáceos es más importante que plantar árboles. Esto se debe a que los mamíferos acumulan carbón en su cuerpo a lo largo de sus vidas, de modo que cuando mueren llevan ese carbón al fondo del océano, donde se almacena durante siglos. «Pero la mayoría de nosotros no come ballenas, delfines o tiburones», podrías decir. La realidad es que si comemos pescado estamos también matando a estos animales, incluso si no lo sabemos.

Alrededor de 300.000 ballenas y delfines y 50 millones de tiburones son asesinados cada año por la pesca incidental (la captura de especies que no se pretende) por la industria pesquera.

El pescado cultivado es una gran amenaza

La piscicultura puede parecer la solución a los problemas causados por la pesca, pero, realmente, no es así. Tabrizi descubrió que la contaminación de las piscifactorías es grave y causa el caos en los ecosistemas marinos. En Escocia, uno de los mayores productores de salmón cultivado del Atlántico en el mundo, la contaminación de las piscifactorías causa un daño generalizado a la vida salvaje. En 2020, un informe señaló que la contaminación de los lagos de Escocia por los pesticidas tóxicos utilizados por las piscifactorías se ha elevado un 72 por ciento en un año. Se sabe que los químicos matan la fauna salvaje marina.

Pero el pescado cultivado es, en realidad, alimentado por pescado salvaje capturado, luego comerlo no protege los océanos. Según un informe de febrero de 2021 de Just Economics, aproximadamente un quinto de la captura mundial anual de pescado salvaje es usado para hacer pienso para peces y aceite de pescado, y casi tres cuartos de eso se utiliza para alimentar a los peces de las piscifactorías.

Las certificaciones de marisco seguro necesitan vigilancia

Otra revelación impactante que se hace en Seaspiracy es cuando Tabrizi entrevista a un representante del Earth Island Institute, que acredita el atún «delfín friendly». «¿Puede garantizar que ningún delfín es dañado por esta pesca de atún?», pregunta Tabrizi. La respuesta es clara: «No. Tenemos observadores, pero raramente van a bordo. Y pueden ser sobornados. Tenemos que dar por buena la palabra del capitán cuando dice que ningún delfín ha sido herido».

En el documental, Ric O’Barry que trabajó para Earth Island Institute, dice de este sistema de acreditación que es falso. Asegura que hay un verdadero conflicto de intereses. Las compañías pesqueras pagan por la acreditación y que cuantas más latas de atún tengan esta certificación, más fondos se recogen. ¿La lección? No confíes en estos sellos.

Los océanos estarán vacíos de pescado en 27 años

En 2006, un panel de ecologistas e investigadores marinos mostraron su preocupación sobre la disminución actual de la biodiversidad marina y sugirieron que los océanos podrían quedar vacíos en 2048 si nuestro comportamiento no cambia. Ha habido alguna controversia alrededor de esta afirmación y, en 2016, uno de esos investigadores, Boris Worm, estudió los datos más recientes y concluyó que, si nada cambia, el 88 por ciento de la población de peces será sobrepescada y estará muy por debajo del objetivo de biomasa en 2050.

De modo que quizá los océanos no estarán «vacíos» en 2048, pero eso depende mayormente de lo que hagamos hasta entonces. Si nada cambia, la degradación continuará, y tanto si exterminamos los océanos en 2048, 2068 o 2098, no hay duda de que los vaciaremos en algún momento.

El marisco sostenible es un mito

Seaspiracy muestra claramente que no hay nada de «sostenible» cuando se trata de la pesca y que debemos dudar de esos mensajes de la industria. Paul Watson, fundador de Sea Shepherd, afirma: «La pesca sostenible es un fraude. Es un término de marketing que solo significa ‘lo mismo de siempre’».

Como Watson, Sylvia Earle no come pescado: «Personalmente, he dejado de comer marisco. Sé demasiado. Sé que cada pez cuenta en este momento. Algunos más que otros, pero no puedo soportar más la idea de comer atún sabiendo los apuros por los que están pasando en la actualidad. Si valoramos algo el océano y su salud, debemos entender que los peces son cruciales para sostener la integridad de los sistemas oceánicos, que, a su vez, hacen que el planeta funcione.»

Las flotas pesqueras utilizan trabajo esclavo

Otra revelación traumática de este impactante film se da cuando Tabrizi reveló la violación de los derechos humanos en la industria pesquera Thai. Los empleados contratados por temporadas que embarcan en los pesqueros pueden encontrarse siendo capturados, maltratados y forzados a trabajar durante muchos años.

Hay multitud de evidencias que avalan este hecho. En 2015, el New York Times reveló cómo los hombres eran vendidos de barco a barco mientras capturaban el pescado que acabaría alimentando animales de la industria intensiva de todo el mundo. En 2018, el Observatorio para los Derechos Humanos hizo un informe sobre los trabajos forzados en la industria pesquera Thai. Y en 2019, Vannak Anan Prum contó al periódico The Guardian como había cogido un trabajo de dos semanas a bordo de un barco Thai y estuvo cautivo durante cuatro años. Dijo que había violencia a bordo cada día y que la gente podía, simplemente, desaparecer, con mucha probabilidad, asesinados y tirados al mar. Una noche vió a un trabajador Thai decapitar a otro con un cuchillo de carnicero.

No solo ha habido informes sobre trabajo esclavo en la industria marisquera de 47 países, también se ha estimado que el 32 % del pescado salvaje importado a los EE. UU. es capturado ilegalmente, por lo que es probable que lo fuera en condiciones de esclavitud moderna.

Dejar de comer pescado es la solución

No es suficiente «proteger» las áreas marinas. Sorprendentemente, en la mayoría de las áreas protegidas todavía se permite la pesca. No es suficiente comprar pescado «sostenible» porque en realidad no existe. No es suficiente comprar atún «delfín-friendly» porque puede no haber garantías de que los delfines no sean asesinados por ello. Y sabemos que las piscifactorías no son la respuesta, ya que estas causan sufrimiento masivo y contaminación, matan poblaciones locales salvajes y todavía requieren la captura y muerte de pescado salvaje para la alimentación.

No, la inmensa explotación y daño que se nos revela en Seaspiracy lleva a una obvia y muy clara solución: necesitamos dejar de comer pescado.

Soluciones a los problemas puestos de relieve por Seaspiracy

Sufrimiento animal. Pérdida de la biodiversidad. Destrucción del hábitat. Cambio climático. Contaminación por plásticos. Caza de ballenas. Ballenas jóvenes vendidas para cautividad. Delfines sacrificados. Tortugas amenazadas. Las poblaciones de aves marinas se estrellan. Tiburones a los que se les cortan las aletas. Violaciones de los derechos humanos. Violencia. Trabajo forzado. Esclavitud. Asesinato.

Los problemas resaltados en Seaspiracy son enormes y profundamente preocupantes, y el silencio de los gobiernos y muchas organizaciones medioambientales sugiere una complicidad preocupante.

No necesitamos esperar a otros para actuar. Podemos ayudar cambiando lo que comemos.

CONCLUSIÓN: ¿QUÉ HEMOS APRENDIDO DE SEASPIRACY?

En solo 90 minutos aprendimos que hay mucho más por lo que preocuparse en la industria pesquera de lo que podríamos haber imaginado nunca. Descubrimos que la violación de los derechos humanos, la devastación medioambiental y el sufrimiento animal «son lo de siempre» para esta perversa industria. Y también aprendimos que hay mucha buena gente intentado exponer estos abusos y derribarlos, aunque no pueden hacerlo solos.

Y por encima de todo hemos aprendido que solo hay una cosa que todos podemos hacer para ayudar: podemos (y debemos) dejar de comer pescado.

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