El veganismo honrando nuestra cultura

La comida es algo más que un simple sustento. Nos une a nuestras familias, comunidades y culturas. Puede evocar la infancia, a menudo es el centro de nuestras celebraciones y nos conecta con nuestros antepasados, incluso cuando nos hemos mudado lejos de su tierra natal.

Está ligado a nuestro sentido de pertenencia y es un componente esencial de muchos de nuestros recuerdos más importantes. Forma parte de nuestra historia y de cómo la contamos.

Por todas estas razones, entendemos que contemplar el cambio a una alimentación basada en plantas puede implicar una pérdida mucho mayor que la carne, los huevos y la leche. Sin embargo, para muchas personas, tal vez para la mayoría, es posible adoptar el veganismo y al mismo tiempo seguir siendo fiel a la propia cultura y mantener la conexión a ella.

Paulo Aillapán Kolilef, artista visual y cocinero. Mapuche. Foto: Thomas Bedwin
Onna de Na Tlali que preserva técnicas de cocina del México prehispánico

Tenemos que encontrar una manera de mantener las partes que realmente nos importan, a la vez que hacemos adaptaciones en línea con nuestros propios principios. En la práctica, esto significa mantener los mismos platos, fiestas y tradiciones, pero encontrar la manera de que las recetas no contengan animales. Para algunas culturas esto es ciertamente más fácil que para otras, pero con la abundancia de productos veganos de alta calidad y muchas técnicas culinarias innovadoras, puede que te sorprenda descubrir que puedes replicar los platos que más te importan.

Y sin embargo, cuando examinamos esas preciadas tradiciones, podemos ver que, aunque la comida es a menudo central, es en sí misma sólo un componente más de la tradición. Igual de importante es sentarse a comer, encender velas, intercambiar regalos, tocar música, contar historias o cualquier otra cosa que tenga sentido y sea alegre en estas ocasiones. Nada de eso tiene que cambiar.

El veganismo no es nuevo, ni es patrimonio de una sola cultura. Sus raíces son antiguas y globales.

Puede que las alimentaciones de nuestros antepasados no fueran veganas tal y como las conocemos, pero en muchos casos se basaban en plantas. Lo que comemos hoy se transmitió a través de nuestras familias y comunidades, a través de lo que era estacional, disponible y asequible, y dependiendo de dónde vivían, las influencias que tenían y sus propios gustos personales. Cada generación adaptó lo aprendido a sus propias circunstancias y lo transmitió. De este modo, las tradiciones cambian y se mantienen. Y, como personas veganas, podemos desempeñar nuestro papel en esa cadena ancestral. Podemos hacer la receta de nuestra abuela, modificarla para que se ajuste a nuestros propios principios y preferencias, y transmitir la tradición.

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