Miles de millones de animales mueren en los mataderos cada año. La mayoría ya llegan doloridos, con alguna mutilación o enfermos. Algunas hembras llegan preñadas o dan a luz en el camión que las lleva al matadero. Ninguno de ellos quiere morir. Cuando pensamos en las víctimas de los mataderos, imaginamos primero a los animales, pero podríamos considerarlo de nuevo y acordarnos de los mismos matarifes.
La Covid-19 se contagia también en los mataderos
En los Estados Unidos, casi 5000 trabajadores de los mataderos han contraído Covid-19, lo que supone casi el 4% del total. Ha habido brotes en más de 180 plantas cárnicas, incluída la planta de cerdos de Smithfield en Dakota del Sur, donde confirmaban 850 casos. En total, el número de trabajadores de mataderos que han muerto este año es igual al número de soldados norteamericanos que han muerto cada año luchando en Afganistán en los últimos cinco.
En Cargill,Canadá, cerca de Montreal, 64 trabajadores -el 13% de la plantilla- se infectaron antes de que la planta cárnica cerrase. Otras 1500 infecciones se confirmaron en una planta de procesamiento de carne en Alberta. Tres de esas personas han fallecido ya.
En Brasil, se han confirmado casos en 9 plantas con más de 16.000 personas expuestas al virus. En Australia, 57 trabajadores se han infectado en Cedar Meats en Melbourne.
Las cosas no están mejor en Europa. Se han registrado brotes del virus en los mataderos de España, en 10 granjas en Irlanda y en Alemania se han contagiado unos 109 trabajadores en Vion, Bad Bramstedt, y 300 en Müller Fleisch, Birkenfeld. En Westfleisch, Coesfeld, 249 trabajadores han dado positivo Covid-19 habiendo hospitalizado a 13 de ellos. La mayoría de los trabajadores son de Rumanía y de Bulgaria. El hecho de que sean extranjeros, como muchos de los trabajadores de mataderos en todo el mundo, es muy relevante debido a los riesgos a los que están expuestos.
¿Por qué hay tanto riesgo para los trabajadores de los mataderos?
El trabajo de los mataderos no es atractivo, ni buscado ni bien pagado. Este trabajo estresante, sucio y peligroso suele recaer en la gente más desesperada o sin alternativas. En Estados Unidos, aproximadamente un tercio de los trabajadores de la industria son extranjeros sin ciudadanía. En Reino Unido, el 70% de los trabajadores son inmigrantes.
Para estos trabajadores, a los que se les paga mal, la vivienda también es precaria y les instalan en cuartos destartalados junto a sus compañeros. Viven hacinados y todos los días se montan en furgonetas para volver al trabajo. Se cree que estas condiciones contribuyen a los brotes de Covid-19 entre los trabajadores.
Las condiciones de los mataderos hacen a la gente vulnerable
Como en las granjas industriales, los mataderos son el ambiente ideal para que se propaguen los virus. Durante 10 a 12 horas al día, los trabajadores están a un metro de distancia haciendo la misma tarea ,disparando a animales con una pistola de aire comprimido, cortando gargantas o quitando espinas dorsales.Una y otra vez. El profesor Benjamin Cowie, un epidemiólogo experto en enfermedades infecciosas del Instituto Doherty, dice que este ambiente aumenta «indudablemente» el riesgo de infección.
Se suma a la lista de riesgos el hecho de que los mataderos y las industrias cárnicas están siempre a baja temperatura. «Sabemos que el coronavirus que causa Covid-19, igual que otras infecciones respiratorias, son más estables en frío», explica el profesor Cowie, y «que pueden tener su papel en el aumento del riesgo de contagio o transmisión».
Barreras culturales y de idioma
Para esos trabajadores, que no hablan de forma fluida el idioma del país en el que trabajan, los riesgos se incrementan. Puede que no entiendan bien los mensajes de seguridad y de higiene que se les da y puede que no sean capaces de preguntar sobre los temas que les atañen. Sin una buena comprensión del lenguaje, el miedo a perder el trabajo puede ser suficiente para silenciarlos.
La pobreza incrementa los riesgos
Sabemos que la Covid-19 afecta a las comunidades más pobres de forma desproporcionada. Como para muchos de los que tienen ingresos muy bajos, para los matarifes trabajar desde casa no es una opción y perder días de trabajo puede dejarles en la calle.
La precariedad económica significa que es probable que quien caiga enfermo siga trabajando. Antes, esto podría haber sido como contagiar una gripe en el matadero, pero ahora, este estoicismo puede ser mortal.
Los trabajadores de los mataderos son sustituibles
Ya que los beneficios ganan a todo lo demás, las líneas de los mataderos siguen activas, no parando ni por animales conscientes, ni trabajadores agotados. Últimamente, investigaciones periodísticas han sacado a la luz cómo son tratados los empleados de los mataderos. Ya se sabe que los trabajadores en mataderos de aves habitualmente se les niega ir al baño. Muchos no tienen otra opción que llevar pañal u orinarse encima. Su dignidad y bienestar irrelevantes frente a la generación de beneficios.
El mes pasado, Tony Thompson, Sheriff de Black Hawk County en Iowa, visitó el matadero de Tyson Foods, y se vio conmocionado «hasta la médula» por el tratamiento a los trabajadores. Vio con sus propios ojos su dia a dia: trabajadores inmigrantes trabajando codo con codo y sin ningún tipo de protección contra el virus. Pocos llevaban mascarillas y los que sí llevaban mascarillas eran fabricadas en casa con bandanas o antifaces de dormir, o máscaras decorativas en lugar de equipamiento médico de protección. Pese a las súplicas del Sheriff para cerrar el matadero por motivos de la seguridad del personal, permaneció abierto. Al menos un empleado vomitó mientras trabajaba en la linea de produccion, y varios salieron del matadero con temperaturas desorbitadas. Ahora, una tercera parte de la plantilla está infectada, algunos están con respiradores y tres han muerto.
El matadero se cerró al final pero durante poco tiempo. La declaración del Presidente Trump de que el suministro de la carne es «infraestructura crítica» (a pesar de que nadie necesita comer carne y que no hay escasez) absolvió a los mataderos de su responsabilidad. Tyson reabrió sus puertas, una vez más, poniendo en riesgo las vidas de sus trabajadores.
El escritor Jonathan Safran Foer asegura que obligar a los trabajadores a volver a los mataderos marca el punto más bajo en una industria cárnica cada vez más dañada. «Durante años, hemos destruido nuestro planeta por la preferencia a una proteína», afirma. «Ahora mandamos a seres humanos a su muerte.»
El Sheriff Thompson llegó a la misma triste conclusión: «¿Qué es más importante? , pregunta. «¿Tus chuletas de cerdo o la gente que contraen Covid, la gente que muere de la enfermedad?»
Es una pregunta que deberíamos plantearnos todos.
Pueden sufrir también daños físicos
Incluso antes del Covid-19, los mataderos se encontraban entre los lugares de trabajo más peligrosos en los Estados Unidos. Largas jornadas, maquinaria en movimiento, cuchillos afilados y pistolas de aire comprimido hacen una combinación peligrosa. Operar o limpiar las máquinas en el suelo del matadero conlleva el riesgo de aplastamiento de las manos, amputaciones, quemaduras y ceguer.
Los trabajadores denuncian ritmos de producción severos, dejándolos con una vida de dolor y problemas físicos. En un matadero de Maryland, más de tres cuartos de los trabajadores tenían condiciones anormales de los nervios en al menos una mano. En el Reino Unido, dos trabajadores de matadero sufren lesiones graves cada semana y ocurren amputaciones más de una vez al mes.
Para los desafortunados, un solo momento de distracción puede resultar en una lesión debilitante o la muerte. Entre 2004 y 2013, 151 trabajadores de la industria de la carne y las aves de corral murieron en los estados unidos debido a lesiones sufridas en el trabajo.
Problemas de salud mental
El trabajo en mataderos también se relaciona con una variedad de trastornos de la salud mental incluido el TEPT y los PITS menos conocidos (estrés traumático inducido por la perpetración). También se ha relacionado con un aumento en las tasas de delincuencia, incluidos incidentes más graves de abuso doméstico, así como el abuso de alcohol y drogas.
Las investigaciones han determinado que los matarifes sufren de pesadillas paranoicas sobre su trabajo con sentimientos de culpabilidad y vergüenza. La depresión es común. Se notifican, a menudo, suicidios o pensamientos acerca de él.
El doctor Chi-Chi Obuaya, psiquiatra en un hospital de salud mental de Londres, asemeja el trabajo en mataderos a los niños soldados, obligados a enfrentar una situación de conflicto en la que tienen que cometer horripilantes actos de violencia.
No nos debería sorprender. Para recibir su nómina, los matarifes deben masacrar desapasionadamente a los animales, cortar carne viva, abrir arterias y venas, y contemplar cómo se derrama la vida. Eso significa que la insensibilización a la violencia no solo es inevitable, sino esencial. Sin embargo, apagar la empatía puede conducir a consecuencias nefastas en otros aspectos de la vida, de la sociedad en general. Puede llevar a un comportamiento violento y destructivo, demostrado por el número de asesinos que trabajan en mataderos.
Todos somos responsables
Cuando decidimos, como sociedad, comer carne creamos una plétora de consecuencias devastadoras. El consumo de carne ha provocado muchas enfermedades infecciosas (incluidas la tuberculosis, el sarampión, la tos ferina, la fiebre tifoidea, la lepra, la gripe aviar, la gripe porcina, el ébola, el SARS, el MERS…) que nos contagian y matan a nuestros seres queridos. Impulsa el colapso del medioambiente y deforestación. Aniquila especies silvestres y contamina nuestros ríos tanto que no puede sobrevivir nada. Convierte en víctimas a miles de millones de animales de granja y crea víctimas humanas incontables, que sufren de obesidad, diabetes, y enfermedades cardiacas como resultado de haber comido esos productos. Desensibiliza a aquellos que no tienen más remedio que hacer el trabajo que el resto somos demasiado aprensivos para hacer, y aun así nos eximimosde la responsabilidad cuando se desmoronan, se autolesionan, o dan el pequeño paso que hay entre lastimar a los animales y lastimar a las personas.
Con tantos de ellos infectados con Covid-19, podemos ver, ahora más que nunca, que los trabajadores de los mataderos también son víctimas de este sistema. Este no es el trabajo que soñaron cuando eran niños. No es así como esperaban que fuera su vida.
Hay cierta ironía en que la causa de la pandemia sea el consumo de carne, y tantos de los trabajadores de la misma industria se vean afectados por ella. Pero ellos no tienen la culpa. La culpa recae seguramente en todos nosotros.
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